Te mordería así de golpe
entre los maizales dorados,
cuando declina la tarde.
Con el viento del este
soplando tus orejas.
Te renovaría la piel
y su reflejo trigueño,
lamería
de pies a cabeza tu ornamento,
tu sabiduría,
el origen de tus ojos verdes
que son mi pan,
mi vicio,
la poca costumbre
de tenerte.
Soy incendio
para tu constelación
de huesos
y me estoy quemando amor
y me arrebato.
Transtornada,
enajedada ,
con los colmillos
afilados
y el alma
a punto
para devorarte,
aniquilarte vivo amor.
...